Parece que no tenemos los valores claros. Las decisiones y
la justicia no se toman y aplican por apetencias o sentimientos, se aplican por
racionalidad. Todo esto viene con el afán de desestimar ciertos argumentos
parciales y engañosos, deliberadamente o no, que llevo escuchando de un tiempo
a esta parte.
Un buen punto de partida sería darnos cuenta de que un
animal y un ser humano no son lo mismo, de la misma forma que un lanzacohetes y
una pistola no son lo mismo aunque ambas sean armas.
[Nota: ciertos argumentos en este parrafo no están debidamente contrastados]
[Nota: ciertos argumentos en este parrafo no están debidamente contrastados]
Los animales no piensan, no son racionales, y no son capaces
de experimentar sentimientos como amor, amistad, lealtad... en el
mismo sentido en el que nosotros los entendemos (si has sentido indignación con esta frase, sigue leyendo, se explca más adelante). Ahora bien, es una
irresponsabilidad, sobretodo porque permite hacerse hueco a argumentos crueles
y prepotentes, establecer que los animales son puras "máquinas"
guiadas por sus apetitos naturales. Los animales pueden tener emociones como miedo,
angustia... (siempre en relación con su supervivenvia). Ademas, gracias a las
neuronas espejo y cierto aprendizaje pueden llegar a desarrollar una
protoconciencia en algunos aspectos y expresar pequeños rasgos sentimentales
(como lamer las lágrimas a su dueño). Pero no hay que exagerar estas pequeñas
capacidades. Cuando un perro, por
ejemplo, salva la vida a su dueño, no lo hace por amor a él, sino sobretodo
porque relaciona su supervivencia con la supervivencia de su dueño. Es decir,
equiparar o hasta colocar en una posición superior a los animales con argumentos como "los
animales te dan algo sin pedir nada a cambio" o "los animales nunca
son desagradecidos y no muerden la mano que les da de comer" son erróneos
porque se valora que esos actos se hacen por bondad o por lealtad, sentimientos
que son incapaces de conceptualizar y expresar, y no por supervivencia. Por último, las emociones no solo dependen de
un desarrollo mental, también influye mucho la clave social, algo a lo que los
animales no pueden llegar.
En resumen, no caigamos en sentimentalismos alejados de la
justicia y la ética sobre las capacidades animales. Se mueven por su
supervivencia, no por nuestros motivos. Hay que reconocerles cierta capacidad
para colocarlos entre el desarrollo sentimental completo y total humano y la
falsa concepción de los animales como simples máquinas.
Y creo que los motivos expuestos son los que confunden y
pueden llegar a tergiversar la escala de valores racional y universal inherente
al ser humano.
Estos motivos son los que llevan a hacer equiparables la
vida de un animal a la de un ser humano erróneamente. Muchas veces se argumenta el mismo valor
vital de un animal y una persona debido a que sufren lo mismo. Así, por
ejemplo, se valora igual el hecho de acabar con la vida de un perro y de una
persona .
Entonces, ¿valen igual? Obviamente no. Pongamos el caso de
matar a un perro o a una hormiga. Aquí sí que a nadie se le escapa que la vida
del perro vale más que la de la hormiga, y la razón es que sufre más, es decir,
hay un salto en la vertiente sensitiva. Y ahora pregunto, ¿solo el dolor
influye en la toma de decisiones? En absoluto. Hay más factores.
Cuando se mata a un ser humano, no solo sufre él mientras
muere de forma física (que depende de la manera igual no acarrea sufrimiento)
sino que sufre existencialmente al ser el único ser con conciencia de muerte, y
, además, sus seres queridos son los que deberán soportar su pérdida tras su
muerte.
Volviendo al caso anterior del perro y la hormiga, el
argumento de selección pasa por el distinto sufrimiento, pero este sufrimiento
solo es físico. La parcialidad de este argumento es que no tiene en cuenta la
abstracción, es decir, que no es solo que dependa de su sufrimiento físico,
sino que depende de la complejidad del ser que va a morir. Así, entre la
hormiga y el perro (y el humano) hay un salto en la vertiente sensitiva y entre
un perro y un ser humano hay un salto en la vertiente intelectiva (tiene
sentimientos y conciencia de morir), que es la razón por la que la vida de un
animal tiene menos valor que la de un humano pero más que la de una hormiga o
una planta. No es más que proyectar el argumento irrebatible entre la hormiga y
el perro a el humano y el perro.
Y también tenemos que hablar de derechos. Derecho a la vida.
Otro de los motivos por los que se equiparan los seres vivos es por considerar
que el derecho a la vida es igual de inexpugnable en cada ser. Y es necesaria
una reflexión sobre los derechos en sí para darse cuenta que no es del todo
así.
Los derechos no son algo innato ni existen desde el
principio de los tiempos. Los derechos nacen de la racionalidad y la ética.
Solo la capacidad racional de conceptualización de los seres humanos permite
que existan los derechos. Y se distingue entre derechos de los humanos y
derechos de los animales. Pero la lingüística juega una mala pasada en este
aspecto. Son derechos de los humanos para los humanos y derechos de los humanos
para los animales. Sin nosotros, los animales no tendrían derechos (tampoco los
necesitarían). Y aquí está la principal razón de mi desaprobación. Los derechos
humanos se dan a otros seres humanos porque van a poder llegar a
conceptualizarlos y llegar a ellos por su cuenta. Los derechos de los animales
son totalmente otorgados. Son una generosa y desinteresada aportación humana en
pos de no adquirir una posición cuasidivina y "demiúrgica" con
respecto al resto de seres vivos con los que convivimos.
Esta diferencia es tremendamente importante, porque me lleva
a poder argumentar lo siguiente, y es que los derechos de los animales son
inquebrantables con la salvedad de que lleven a suponer un riesgo real para
quien se los ha otorgado. Es decir, ¿si un animal supone un riesgo demasiado
alto para los humanos sería legítimo prescindir de ese derecho otorgado a ellos
para preservar nuestra exigencia de vivir? Yo creo fervientemente que sí. Pero
insisto, debe ser un riesgo real. Por ejemplo, el sacrificio de un perro solo
sería válido si es demostrado que concurre en un riesgo real, como portar una
enfermedad altamente mortal. De ninguna manera se podría sacrificar a ese
animal si no se tiene certeza segura de que entraña ese riesgo y tiene esa
enfermedad solo por "precaución".
Tras todo lo explicado, puedo exponer mi rechazo a los
animalistas, no por ende, sino dependiendo de que sea aquello que defiendan. Si
comparan la vida de un bebé y la de una cría de gato estarán cayendo en un
error. Si creen que absolutamente ninguna razón es válida para sacrificar a un
animal, igualmente están cayendo en uno. Y así podría seguir. Estarían viéndose
inmersos en las dos incoherencias que he mencionado: aplicar justicia según
emociones y sentimientos propios y considerar que los animales tienen
raciocinio o tienen sentimientos tan amplios, hondos y desarrollados (que no es
lo mismo que las sensaciones, o hasta las emociones, algo que sí tienen) como nosotros.
Ahora bien, después de todo este discurso, quiero que nada
lleve a error. Nada ni nadie puede vulnerar los derechos de los animales por
otro motivo que no sea estrictamente el mencionado. La humillación, atentación
contra la dignidad, muerte y demás de un animal por diversión, tradición,
egoísmo, potestad o derivados es inadmisible en cualquier contexto. Estoy en
contra del toreo, el tratamiento indigno de los animales o cualquier forma de
sobreexplotación para ellos como los zoológicos en el caso de que no cuiden a
sus especies. Nuestro privilegiado y racional puesto por encima del resto de
animales exige, por propias exigencias éticas, un comportamiento igualmente
responsable. Si no es así, perdemos ese puesto. El hecho de ser racionales
conlleva una responsabilidad añadida, que es la de respetar la vida de los
demás seres aunque en términos objetivos sean menos importantes. Por tanto,
desde mi punto de vista, y como idea
reducida de todas las posibilidades, pienso que la jerarquía de importancia es:
humanos > animales > humanos que maltratan animales.
Y sí, la cultura de
un pueblo se mide viendo cómo tratan a los animales, pero eso no se refiere a ponerles
el mismo peso que a las personas, sino a respetarlos y no creernos dueños de su
destino solo por tener la capacidad para hacerlo e imponernos a ellos.
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