(E)leccion(es)

(Nota: este texto fue escrito tras las elecciones municipales y autonómicas de 2015)

Al final, el poder, sea en nombre de quien sea, es el que acaba imponiéndose.

Digo esto por mi personal desafección tras las elecciones. Es cierto que estamos mucho mejor que hace 4 años en ese aspecto. Nadie puede campar a sus anchas y destrozar todo aquello que no les interese. Ahora hay más diversidad, las opciones han aumentado y hay que pactar en todas partes. Precisamente es este tema el que me tiene medianamente descontento.
Al contrario que yo, la felicidad en las redes sociales ha sido sobresaliente, y lo entiendo de veras. Comunidades tan corrompidas como Madrid o Comunidad Valenciana cambiarán de manos tras mucho tiempo. Hay felicidad porque las redes sociales son, eso, sociales, y el posicionamiento hacia la izquierda, más o menos moderada, es evidente.

Sin embargo, hay gente como yo que quería estos resultados, pero no este devenir tras las elecciones. No hemos avanzado tanto en mi opinión y, lo peor de todo, parece que todos están contentos obviando esto que voy a decir: hemos sustituido dos partidos por dos bloques.

Los meses de campaña simplemente fueron ilusionantes. La incertidumbre era muy grande y nos cansamos de ver mitines y comparecencias en la tele. El reforzamiento de Podemos y los intentos de PP y PSOE por desprestigiarlos más luego la aparición de Ciudadanos daba un panorama inédito e importantísimo para lo que yo creo que es la democracia. Y en esta campaña hubo zancadillas constantes. Podemos quiso eliminar las categorías de izquierda-derecha y acabar con la casta, PP y PSOE rechazaron el populismo hasta desmarcarse al máximo, y Ciudadanos que se autoplanteó como centro-izquierda cuando difícilmente es así.

¿Qué ha quedado de ahí? Nada. Tras los resultados todo lo dicho se olvida. Volvemos al izquierda-derecha; pactamos sin dificultad, al revés de lo que el paripé de Andalucía nos hacía presagiar; volvemos a crear dos bloques mutuamente excluyentes para el que alcance la mayoría mande.

¿Cómo puede el PSOE pactar con el “populismo” y Podemos con la “casta”? ¿Cómo puede el PP de Madrid crear un frente con los que tanto calumnió contra Podemos? ¿Qué clase de broma es esta? Yo me siento engañado. Siento como si estos meses hayan sido un espectáculo televisivo y ridículo, cuchillo entre los dientes, tendiéndose la mano por detrás mientras. Quizá yo era muy ingenuo, pero pensé que cumplirían su palabra y que los pactos serían algo inusual. Pensé que quizá habría muchos gobiernos en minoría y que eso obligaría a ponerse todos de acuerdo, y no solo hacer propuestas que agraden a tu coleguita de pacto con el que te has clavado puñales envenenados durante meses.

¿No es eso la democracia? Que las propuestas y el gobierno del país representen a todos los ciudadanos en la medida de lo posible. No esta farsa. Esto solo agudiza el problema a mi modo de ver. Nos segrega y agrupa en los dos conjuntos de siempre, izquierda y derecha, que se turnan cuando las cosas van mal por algo tan necio y absurdo que ocurre mucho aquí como es el voto de castigo. Pasamos de épocas de exclusión de la población de derechas a exclusión de la población de izquierdas y eso solo acrecienta el problema de “las dos Españas”


¿Tan difícil es? Gobernar en minoría es complicado, pero este tópico es repetido y sobreestimado para evitar una realidad sencilla y la más justa, que ninguna medida se apruebe sin que sea algo intermedio entre las diferentes corrientes de opinión y, con ello, nos represente a todos. La alternativa es esta alternancia destructora que nos impide avanzar; esta visión del enemigo al que hay que aniquilar. ¿Nos beneficia esto?

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